domingo, 10 de agosto de 2014

Templario.

— ¿Por qué sigues ahí?

— ¿Que por qué? Es fácil. ¿Por qué la esfinge continúa guardando las tumbas de faraones ya casi olvidados entre las dunas del desierto egipcio? ¿Por qué los moais mantienen sus miradas fijas en el cielo sobre la isla de Pascua con sus duras caras de piedra? ¿Por qué Stonehenge sigue en pie, en formación, inalterable al paso del tiempo y la civilización? Te lo explicaré: porque guardan un secreto. Su pequeño y misterioso secreto, nacido años y años atrás, al abrigo de otras mentes más sabias que las nuestras. Y tú pensarás, ¿por qué me cuentas esto? ¿Qué relación tiene? Toda, en realidad. Cual fiel guardián, como todos ellos, yo sigo aquí para proteger tu secreto. Esa belleza depurada a lo largo de las generaciones hasta llegar a ti, pura y genuina. Ese cabello que destella con el sol del mediodía y se mece con la brisa del mar, creando una conjunción perfecta con la naturaleza. Esos ojos únicos que solo con mirar son capaces de entender el funcionamiento de los mecanismos del corazón. Ese espíritu que aparece como sin querer y llena cualquier espacio con su calor, reclutando almas para que se unan a su dura batalla contra la vida y el mundo. Todo eso y más son los tesoros que protejo. Finalmente, ¿por qué lo hago? Para eso ya no tengo más respuestas. Simplemente se siente dentro, como una misión divina. Como un templario sobre las colinas de Jerusalén, apoyado en su vieja y gastada espada, que no quiere hacer otra cosa en lo que le quede de vida que continuar cumpliendo con su cometido. Esta es mi razón para seguir ahí, porque te siento muy dentro de mí.




Tayne.

sábado, 9 de agosto de 2014

Dos grandes amores.

Dicen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores. Uno con el que te casas o vives para siempre, puede que el padre o la madre de tus hijos... Esa persona con la que consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella.

Y dicen que hay siempre un segundo amor, una persona que perderás siempre. Alguien con quien naciste conectado, tan conectado que las fuerzas de la química escapan a la razón y te impedirán, siempre, alcanzar un final feliz.

Hasta que cierto día dejareis de intentarlo... Te rendirás y buscarás a esa otra persona que acabarás encontrando. Pero te aseguro que no pasarás ni una sola noche sin necesitar otro beso suyo, o tan siquiera discutir una vez más.

Ya sabes de quién estoy hablando, porque mientras estabas leyendo esto, te ha venido su nombre a la cabeza. Te librarás de él o de ella, dejarás de sufrir, conseguirás encontrar la paz, será sustituido por la calma. Pero te aseguro que no pasará ni un sólo día en que desearás que esté aquí para perturbarte.

Porque, a veces, se desprende más energía discutiendo con alguien a quien amas, que haciendo el amor con alguien al que aprecias.

El Zahir - Paulo Coelho




Tayne.

Paseo desde el cielo.

Usemos a este pequeño pájaro para realizar nuestro viaje. Como observadores excepcionales, podremos hacerlo sin mayor problema. Son las ventajas de pertenecer a otro mundo. Por tanto, partamos desde su pequeño nido en una cornisa gris cualquiera y miremos al mundo que cubre con sus pequeñas alas.

Nuestra visión oscila arriba y abajo por los saltos que nuestro amigo va dando en el aire. No está mal el efecto, añade realismo al experimento. Acaba de partir y se dirige hacia una calle poco concurrida, pequeña y con coches a los lados. Este pájaro no se fija en demasiadas cosas, más pendiente de posibles capturas que echarse al buche o de esquivar obstáculos. Pero nosotros podemos alterarlo, ralentizar su movimiento o incluso frenar en seco sólo para poder contemplar con mayor calma las cosas. Lo hacemos, y nos detenemos ante un pequeño jardín. El verde lo domina todo y justo en el centro, al lado de un arbusto no demasiado bien cuidado, hay una niña. La vemos jugar con varios objetos que no tienen mucho sentido para su edad: unas gafas blancas sin cristales, una brillante llave roja y varias canicas que va lanzando a su alrededor para luego estirarse con sus manitas hasta alcanzarlas de nuevo. Mueve los labios como participando en una conversación extraña y secreta que no conseguimos escuchar. Al menos no tiene la cabeza embutida en cualquier aparato moderno. Con ese consuelo, la dejamos en aquel lugar y permitimos continuar al ave que esta tarde nos hace de transporte. Aquella niña, como si de pronto se hubiera dado cuenta de nuestra presencia, voltea su cabeza hasta que divisa al pájaro y sonríe cómplice de nuestro secreto.

Volvemos a subir y bajar en el aire, sobrevolamos casas que ocultan en sus patios parte de la vida de sus habitantes. Nos tostamos bajo el sol duro del verano, pero eso a nosotros no nos afecta dada nuestra excepcional situación. Haciendo piruetas, cruzamos varios árboles de una plaza para finalmente posarnos en una de las ramas más altas. Desde allí podemos disfrutar de un paisaje mayor, más amplio y más poblado. Hay varias escenas para fijar nuestra mirada: en un banco, dos muchachos esperan impacientes a un tercero que ya se retrasa; los coches se suceden en las diferentes calles que rodean al lugar, escondiendo tras sus espejos vagas siluetas de sus ocupantes, pendientes del camino a seguir para llegar a sus destinos; algunos balcones se abren para dejar paso a la leve brisa que parece soplar desde ninguna parte; una pareja pasea en silencio, cogidos de la mano, cada uno con sus pensamientos pero dejando ver que las pequeñas caricias de sus manos mantienen el vínculo, reservando espacios cada uno en la mente para el otro. Otros aves nos rondan, confusos, dándose cuenta de que su compañero alado no actúa hoy de forma normal. Que remedio, pensamos, no podemos ocultar del todo nuestro acto. Al menos no habrá daño ninguno para este cuerpo emplumado, lo prometemos.

Pasa el tiempo: segundos, minutos, horas. Que más da. Estamos cómodos aquí, viendo pasar la vida de un rincón único del mundo como hay millones así en todo el mundo. Los protagonistas de nuestras visiones se suceden aleatoriamente, sin más motivo ni condición que la de la suerte ingenua. Finalmente, con un pequeño salto al vacío para nuestro deleite, salimos de aquel lugar y continuamos. Ya falta poco para encontrar nuestra meta. Una calle, otra calle, una esquina, a la izquierda, derecha, derecha, arriba, esquiva una chimenea, otra plaza, más bajo, abajo, un árbol, un banco, otra calle y hasta el fondo. Aquí. Llegamos. Gracias querido amigo, desde aquí continuamos solos. Un placer y perdón por la intromisión. Atravesamos una vieja puerta de madera combada por los años, y a través de un pasillo oscuro llegamos hasta un patio techado y en penumbra como los que vimos hace un rato. En su centro, rodeada de baldosas con mosaicos blancos y azules, una anciana pequeña y encogida descansa dormitando en una silla llena de cojines descoloridos. Nos situamos frente a ella y esperamos, tranquilos. Abriendo levemente su boca ajada, sin dedicarnos ni siquiera un fugaz destello de sus ojos, nos dice:

— Habéis tardado hijos de puta.




Tayne.


viernes, 8 de agosto de 2014

Tu lista de la compra.

Buenos días princesa.

He visto tu lista de la compra en la puerta de la nevera y ya me he encargado yo de ir a hacerla. 

Te he traído esos besos pequeñitos que tanto te gustan para desayunar, muchos, porque el desayuno es la comida más importante del día.

Luego, para picar entre horas, he encontrado unas caricias de oferta, así que podremos hartarnos de ellas.

A la hora de comer solo tenemos que buscar entre todos los ingredientes que ya están en nosotros dos para hacer la mejor mezcla de amor loco, de ese que tan bien nos sale cuando nos miramos a los ojos.

Para la cena, he guardado un poco de cielo con estrellas para que nos alumbre cuando no encontremos el camino, y así poder volver a cogernos de las manos en la oscuridad.

Y no, claro que no me he olvidado de traer litros y litros de pasión. Nunca sabes cuando vamos a necesitar hidratarnos hasta perder la cabeza y el aliento.

Creo que está todo. Si ves que falta algo, te espero aquí al ladito tuya en tu cama. Date la vuelta y lo discutimos...




Tayne.

jueves, 7 de agosto de 2014

Cuando el sol decidió no volver a salir.

Cuando el sol decidió no volver a salir, el mundo pensó que podría superarlo. Pero no pudo.

El día que el sol no salió cuando se le esperaba, hubo sorpresa, miedo, angustia. Pero sobre todo hubo mucha apatía generalizada. Las reacciones fueron encontradas: desde aquellos que sin dudarlo se afanaron en buscar tanto las causas como las soluciones posibles, hasta los que se dejaron llevar por la situación y cayeron en la desesperación más lúgubre. Pasando desde luego por los que, como siempre, utilizaron el hecho en su propio beneficio, creando mentiras y engaños, aprovechándose del resto: nuevos profetas clamando por la salvación y la vida eterna, empresarios sin escrúpulos ofreciendo protección a buen precio, empresas dispuestas a vender cualquier aparato inútil que convenciera de que podría servir para la situación que acontecía.

El día que el suceso se volvió a repetir por séptima vez consecutiva, los números ya habían cambiado. Los desesperados aumentaban sin freno, los optimistas se chocaban una y otra vez contra la dura decepción. Tras el primer shock mundial, las principales mentes del planeta se pusieron manos a la obra. Se probaron avances tecnológicos no publicados anteriormente. Se lanzaron sondas futuristas y se utilizaron los equipos espaciales en exclusiva para recoger evidencias que permitieran entender el suceso. Y por supuesto, mucho dinero paso por diferentes manos. Pero aquellos movimientos quedaban lejos del hombre de a pie, asustado, enfrentado a la nueva visión oscura que su mundo le ponía delante de sus narices.

El día que marcaba el primer mes sin sol, la supervivencia se había convertido en la principal preocupación de la mayoría de los humanos. Las plantas habían comenzado a morir por falta de luz solar y todo parecía evidenciar que los animales pronto seguirían el mismo camino. Y como buenos animales, la gente comenzó a entender la gravedad del asunto y llevó la situación al extremo. Igual que en la mejor película apocalíptica, los centros comerciales fueron saqueados. La oscuridad reinante favoreció el pillaje e incluso propició ajustes de cuentas varios. Las autoridades habían empezado a perder el control, el ánimo general se había orientado al miedo.

El día que se cumplió un año sin luz solar, se habían cumplido todas las expectativas depositadas en nosotros desde hacía tantos años. La destrucción se había apoderado de todo, la civilización había sucumbido. Entre los problemas físicos que la falta de luz había provocado y nuestros esfuerzos realmente insolentes por acabar con nosotros mismos, no quedaba lugar en la Tierra que no hubiera contemplado el horror. Los pocos seres vivos que quedaban se habían reducidos a meros animales enfermos y rabiosos, listos para entrar por última vez en combate por respirar un día más.

El día que no quedó un solo humano en el planeta, el sol decidió volver a salir. Y si alguien hubiera podido verlo, habría jurado que brillaba más que nunca.




Tayne.