domingo, 25 de noviembre de 2012

Dios.

Reflexiones varias gracias a conversaciones a deshoras:

Dios no nos hizo a su imagen y semejanza. Nosotros fuimos los que obligamos a Dios a tener nuestra imagen y semejanza.

Desde el comienzo de la humanidad, el hombre ha tenido, como buen animal que es, el instinto de que debe existir algo grandioso que haya creado el mundo que nos rodea. Es un hecho que está presente en cualquier momento de la historia, desde el hombre de las cavernas hasta nuestros días. Es algo que sentimos desde que comenzamos a tener conciencia hasta que expiramos nuestro último aliento. Y alrededor de este sentimiento, se han creado cientos de religiones.

Pero hay un denominador común. Quizás para poder entender esa necesidad de creer en algo mayor que nuestra existencia, algo que escapa a la razón humana, hemos acabado humanizando a Dios. Le hemos dado nuestra forma, nuestras cualidades, nuestra manera de actuar. Cada una de las religiones tiene una figura central que perdona y castiga a partes iguales, que se preocupa por sus seguidores pero que aborrece al infiel. Siempre ha sido así, y así se ha mantenido a lo largo de la historia.

Sin embargo esta figura se ha corrompido. A base de ser utilizado con diversos fines a cual más egoísta, Dios ha acabado siendo la razón de los peores sucesos del mundo. Todo demasiado humano. El mal que la religión le ha hecho a la figura de Dios ha sido increíble, y parece mentira que aún hoy mucha gente no sea capaz de verlo. Aberraciones como la Inquisición o la guerra santa árabe solo muestra hasta que punto el pensamiento humano transforma una idea grandiosa como Dios hacia un sinfín de destrucción y violencia.

Y sin embargo estoy convencido de que Dios no es "alguien". Dios es un hecho, es la forma en la que el mundo se mueve con unas reglas increíblemente precisas, es la evolución de una especia con nuestro potencial que estamos desaprovechando claramente. Igual que no somos capaces de comprender todavía muchas de las leyes físicas que nos rodean, la idea de Dios aún no entra en nuestras cabezas, no estamos preparados para asumir lo que realmente significa.

Aquí seguimos perdiéndonos entre religiones humanas desvirtuadas, que solo sirven para justificar nuestras actuaciones y para sentirnos algo mejor ante la inmensidad de lo desconocido.



La nebulosa Helix Nebula, conocida como El ojo de Dios. 


Tayne.

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