miércoles, 14 de noviembre de 2012

Memoria.

El humo de su cigarro ascendía formando figuras en el aire. Llevaba ya un tiempo sentado en aquella posición y el cigarro se estaba consumiendo rápidamente, dejando una estela continua. Una leve brisa salida de alguna parte orientaba aquel hilo gris hacia la izquierda del anciano, alejándose de la mesa donde se encontraba sentado. Pero él ya no estaba allí.

Su mente vagaba entre recuerdos que ya no tenían fecha. Saltaba de una escena a otra mientras su mente hilaba entre sucesos, personas, olores y sentimientos. Aquella playa al atardecer, ese discurso en su juventud, un beso en un callejón oscuro. Sabía que no recordaba ya muchas cosas, pero lo más importante aún se aferraba a su memoria como el oxido al tornillo cuando pasa el tiempo.

Hacía aquello a menudo: dejarse llevar por sus recuerdos. Lo hacía porque sabía que recordando podría mantener su amada memoria todo lo a salvo que pudiera. Todo lo que había sido, en lo que se había convertido, estaba allí. Con el tiempo suficiente era capaz de ver cada uno de los puntos en los que sus decisiones habían hecho virar su vida, seguir la huella del tiempo, y reconocerse a sí mismo en cada etapa.

Un ligero beso en su mejilla lo sacó de su ensoñación. A ella no le hacía falta recordarla porque aún estaba allí, con él, somo siempre había estado. Acompañándole, sufriendo y disfrutando juntos. No necesitaba más que admirar su cara sonriente para sentirse feliz. Parpadeó unas cuantas veces, y con una sonrisa, le recordó una vez más lo que la amaba.




Tayne.

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