sábado, 15 de diciembre de 2012

La fe perdida.

Quizás el fin del mundo de los mayas sea una buena solución. Visto lo visto, los humanos nos merecemos eso y más. De hecho, nos merecemos el fin del mundo pero solo para nosotros, y dejar este mundo de una maldita vez en paz.

Ni siquiera somos capaces de mantener nuestra propia especie. Traspasamos el egoísmo y la vanidad de creernos por encima de todo lo que nos rodea, con esa mentalidad de ser superior que nos ha malcriado desde que casi tenemos consciencia, hasta límites insospechados. Y esos límites siempre han estado muy lejos de nosotros mismos. Desde el hombre de las cavernas hasta hoy mismo, nos matamos entre nosotros por razones estúpidas.

Y lo peor es que durante un tiempo hemos rozado un punto en el que la vida humana valía algo. No como antaño, donde una hogaza de pan superaba por mucho la vida de casi cualquiera. Casi pienso que estamos volviendo a eso. ¿En cuántas partes del mundo hay ahora mismo luchas enfermizas que solo buscan el exterminio de personas? ¿Por qué obviamos las noticias diarias de muertes en nuestra televisión? Acaban siendo solo datos, estadísticas. Quizás razones para ir en contra de aquel gobierno que nos metió en una guerra, o a favor de aquel otro que nos sacó de ella. Somos insensibles. Estamos muertos en vida. No por ser duro de asumir, deja de ser menos verdad.

En nombre de patrias, banderas, creencias, razas, tierras. Cualquier cosa nos vale para iniciar la violencia. Incluso las razones más éticas y válidas, acaban tornándose en una suerte de esperpento para buscar más poder personal a cambio de vidas y vidas humanas. A veces, incluso, es solo crueldad o locura. Así hemos sido siempre, así somos, así seremos. Es increíble que por cada creación maravillosa de la humanidad, haya cien actos de barbarie. No es posible compensar el mal del mundo con el poco bien que casi nadie ya se atreve a regalar.

Por eso a mí, apenas me queda fe en el ser humano.




Tayne.

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