sábado, 29 de diciembre de 2012

Noche eterna.

—¿Crees que saldrá el sol mañana? —preguntó él, dándole otra calada a su cigarro.

Seguía apoyado en la barandilla de la cubierta superior, de frente a la luna llena que adornaba la noche. El reflejo lunar bailaba proyectado sobre el profundo mar oceánico que rodeaba el transatlántico, que continuaba su viaje rumbo a América.

—Claro que saldrá, a no ser que amanezca nublado. Pero nadie de la tripulación ha hablado de mal tiempo para mañana. —La mirada burlona que me dedicó, la primera de la noche, me dio a entender que no estaba hablando precisamente del tiempo.
—Siempre damos por hecho que mañana estará ahí, como un día más. Creemos que todo seguirá igual, exactamente igual, día tras día.
—¿De qué hablas Javier?
—Sólo del sol. Imagina que mañana te levantas y sigue siendo de noche. Que esta vez, inexplicablemente, todo sigue oscuro. Que pasan las horas y ese hecho insólito sigue ahí. Continuas como si fuera un día normal, mirando de reojo para ver si se acaba la noche. Pero que tras todo un día, que tras toda una semana, sigue igual.
—Pero eso no pasará nunca, no digas tonterías.
—Sólo inténtalo, prueba a imaginar. ¿Qué harías?
—Pues no sé... Tal vez haga eso, continúe con mi vida. En verdad no es tan importante mientras tengamos luz, ¿no? O sea, no será de día, pero las horas pasarán igual, habrá farolas, lámparas, linternas. No es nada que no se pueda solucionar.

Javier, con la vista perdida en el infinito, se mantuvo en silencio. No me miró, igual que no lo había hecho cuando llegué a cubierta, pero de igual forma supo que estaba allí. A veces, su carácter risueño daba paso a esa especie de ensoñación, a esas preguntas extrañas. Ya estaba acostumbrado y no solía darle mucha importancia. Una calada más y dejó caer su cigarrillo por la borda.

—A veces, el sol no vuelve a salir nunca en nuestra vida. Aunque nos sorprenda, damos por hecho que podemos seguir adelante, que no nos influye mucho más allá de la luz que nos aporta, luz que podemos sustituir con cualquier lámpara. Pero no es así. Si piensas un poco, si buscas hasta donde llega su influencia, te das cuenta de que esa luz es la que hace crecer las plantas y animales que acaban siendo parte de nuestra alimentación. Aprendes que tu piel pierde su color, que a tus ojos se les escapa la vida. Ese sol que parece lejano y poco importante, en verdad maneja nuestra vida de una forma que no somos conscientes hasta que hace tiempo que nos falta. Hasta que su pérdida es inevitable, insustituible. Dejamos de preocuparnos por él, pensando que seguirá ahí para toda la vida. Hasta que somos incapaces de volver a ver en la noche eterna.
—Ya claro, pero el sol nunca dejará de salir Javier, no te rayes.
—¿Y quién estaba hablando del sol?




Tayne.

No hay comentarios:

Publicar un comentario