jueves, 21 de marzo de 2013

El origen del mal.

¿En qué momento el mal aparece en nuestra mente? ¿En qué momento somos conscientes de ello? Como humanos, el pensamiento nos acaba induciendo las ideas del bien y el mal como parte innata de la vida. Nos obliga a tomar decisiones constantemente en función de tales conceptos. Pero, ¿cuándo un niño se da cuenta de que lo que hace está bien o mal? ¿Cuándo brotan esas semillas en nuestras cabezas?

Si algo nos diferencia como humanos en este mundo, son estas dos palabras. Cualquier animal de la naturaleza no conoce la acción por maldad. Solo sobrevive. Si mata a otro animal es por puro instinto, ya sea para alimentarse o para no ser alimento. O tal vez mate por la hembra. O por la supremacía en una manada. Pero cualquier opción no se sale del mero hecho de sobrevivir en su pequeño mundo natural. Con sus propias leyes, leyes que los humanos olvidamos muchos años atrás. Pero leyes justas sin ninguna duda.

Entonces, ¿es la sociedad la que educa a cada ser desde su tierna infancia en estos conceptos, anteponiendo  bien y mal, y dejando luego a ese individuo solo ante la vida y con la opción de elegir el trayecto equivocado? ¿O es el propio individuo el que los lleva en sus genes, como miembro de la especie, siendo capaz de desarrollarlos por sí mismo y en su momento, de decidir? En el fondo, esta pregunta solo nos lleva a otra: ¿por qué hay quien elige hacer el mal por encima del bien?

Sin duda, es inevitable como seres con pensamiento y emociones realizar algunos de nuestros actos en función de sentimientos como la rabia, el odio o el rencor. Pero al igual, somos conscientes de sentimientos antagónicos, siendo la solución adecuada muchas veces. ¿Por qué, pues, hay quien cae en una espiral de maldad de la que ya no es capaz de salir? ¿Qué empuja a un ser a caer en ella? La mayoría de las veces nuestros actos equivocados son actos inconscientes, otras no: somos perfectamente conscientes de que nuestro acto nace del mal, aunque eso no lo hace menos evitable. Sin embargo, ¿que lleva a no ser capaz de reconocerlo y rectificar en consecuencia?

Muchas preguntas rodean a la forma de actuar de una persona. Tendemos a perdemos en nuestro propio laberinto mental, escondiéndonos muchas veces de la verdadera realidad. Por tanto, no hay más solución que encontrar la salida y enfrentarnos al espejo que nos devolverá nuestra verdadera cara. Ser conscientes de nuestras limitaciones, ambiciones, inquietudes, locuras... Y cambiar aquello que no queramos que nos defina. Sobre todo, antes de que ese laberinto cruel cierre la puerta de salida.




Tayne.

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