miércoles, 6 de marzo de 2013

Jugar a ser.

Jugar a ser pintores vanguardistas enfrascados en disputas de colores y pinceladas. Recorrer a trazos los cuerpos cubiertos de pintura. Lanzar cubos de verde sobre el negro suelo, pasar el dedo lleno de amarillo por las blancas paredes. Y de nuevo en una danza colorista envolver en abrazos los retratos de dos locos de atar que ven imágenes impresionistas el uno en el otro. Besos teñidos de carmín, miradas prendidas de cobalto. Mezcla de tonalidades en los dedos de las manos.

Jugar a ser escritores de sentimientos en papel hecho de sueños. Dejar correr la tinta de un bolígrafo en pos de palabras que aún no se inventaron, que definan lo que solo el dolor del tiempo y el espacio pueden dejar marcado en nuestras venas. Romper, rasgar, destrozar los minutos que pasan entre tormentas y amaneceres desvelados mientras con un rotulador invisible hacemos marcas en nuestra pared. Golpear el techo con las ganas de contarnos cuentos a susurros.

Jugar a ser músicos de orquesta en constante subida y bajada de tonos melódicos. Avanzar entre golpes de tambor a la carrera de aquella música que sale de tus pisadas al huir de mí, al suave tintineo que tu risa va dejando prendado en la brisa que nos une. Rozar las teclas del piano de tu cuerpo mientras las cuerdas de un violín adornan tu mano acariciando mi pelo. Y terminar de recorrer los centímetros que nos separan para componer nuestra sonata de allegros y de adagios.

Jugar a ser tú y yo.




Tayne.

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