miércoles, 20 de marzo de 2013

Libros.

Hay libros que entretienen, libros que aburren, y libros que te salvan la vida. Libros que nunca pensaste que te gustarían, y libros que cuando leíste pensaste que estaban dirigidos a ti. Novela, ensayo, poesía, teatro... Mil temáticas diferentes que ayudan a crecer como persona: que te emocionan y te enseñan a apreciar el mundo de sentimientos que te rodea, aumentando tu cultura y descubriéndote el pasado que ahora te condiciona, iluminando ese camino de conocimientos necesario para cualquier persona. Sin libros, no hay vida. Al menos para mí.

Echando mi mirada atrás, el primer libro del cual tengo recuerdo es El principito de Antoine de Saint-Exupéry. No recuerdo apenas de que iba, pero sé que mi madre me lo leía de pequeño. Quizás ahí naciera mi pasión por la literatura. Después crecí, y yo mismo me encargué de devorar libros infantiles y tebeos. Tintín, Astérix y Obélix, Mortadelo y Filemón... Entre aquellos dibujos pasó mi infancia. Nunca necesité que me animaran a hacerlo, lo veía en mis padres y esa era una razón más que suficiente para imitarles.

Después mis ojos se empezaron a perder entre las estanterías de la biblioteca. Fui descubriendo libros de los que nadie me había hablado, siempre he dejado hacer a mi intuición. Pienso que los libros adecuados aparecen solos ante ti en el momento perfecto, como una extraña fuerza que sabe de tus necesidades y te presenta la solución en forma de huracán de papel. Recuerdo retazos, imágenes, palabras de varios libros, pero sinceramente he olvidado sus nombres. Pero no su lugar en aquella biblioteca.

Mi camino con los años giró hacia la novela. Es un género que me apasiona, quizás por ser capaz de redecorar el mundo que nos rodea, o crear uno nuevo de la nada. Solo centradas en la propia trama, proporcionan vivencias, experiencias, otra vida paralela a la real. Y si no te gusta, cambias y de nuevo comienza el ciclo vital de la novela. El señor de los anillos de Tolkien, Memorias de Idhún de Laura Gallego, 1984 de Orwell, Marina de Zafón, El último catón de Asensi... Sólo son algunos de los libros que me vienen a la cabeza. Por supuesto, nunca los he contado y ahora ya sería imposible.

Mis padres siempre fueron transigentes en este capricho, mi biblioteca particular así lo demuestra. Y estoy orgulloso de cada título que aparece en sus estanterías. Desde los peores hasta los mejores, mi vida se ha gestado a su sombra. No solo por lo que ellos significan en sí mismos, sino por las personas que acompañan sus palabras. Regalos que me hicieron o hice, escenas que evocan en mí, dedicatorias en alguna página perdida... Todos tienen su toque mágico, todos pertenecen a esa memoria física que vamos dejando tras nuestra en el largo camino de la vida.




Tayne.

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