domingo, 25 de agosto de 2013

Ley de los grandes números.

"Las leyes de los grandes números explican por qué el promedio de una muestra al azar de una población de gran tamaño tenderá a estar cerca de la media de la población completa"



Dejémonos llevar por esta ley. Imaginemos un mundo basado únicamente en la tendencia a repetir patrones. Un lugar donde lo único que podemos hacer es seguir al resto, imitar su comportamiento, vestir su ropa, usar sus instrumentos. Seguir al rebaño.

En este mundo, los niños serán educados en seguir todos el mismo camino. Este camino no lo decidirán ellos, será la mayoría la que dicte qué serán en el futuro, en función de las necesidades del momento. Si faltan médicos, estudiarán medicina. Si faltan ingenieros, saldrán ingenieros. Si faltan agricultores, nadie estudiará nada. Y la mayoría usará los mecanismos adecuados para conseguirlo: una educación dirigida y orquestada por la mayoría. Cuando necesiten cambiar de patrón, únicamente cambiarán las condiciones de dicha educación. O desaparecerá la educación. Una muestra al azar en esta población de gran tamaño será ignorada y entorpecida hasta que no tenga más opción que elegir ser como el resto. O desaparecer. 

En este mundo, los mayores se comportarán todos igual. Seguirán pautas en sus vidas, quemando etapas establecidas. Primero, comprarán un coche. Después, tendrán una relación con alguien del sexo contrario. Tras esto, ambos comprarán una casa. Durante todo este tiempo, solo trabajarán o esperarán hacerlo. Al final, darán las gracias a la mayoría por dejarles vivir de esta manera tan tranquila y estructurada. Sin decisiones propias. Una muestra al azar de esta población de gran tamaño será discriminada y tratada como un error hasta que no tenga más opción que elegir ser como el resto. O harán que desaparezca. 

En este mundo, las ideas serán todas iguales. Estarán pensadas por la mayoría y recibirán diversos nombres, según el momento histórico o cultural: religión, manifiesto, constitución... Estas ideas se limitarán a dirigir a la población hacia una media general de comportamiento. Esta media favorecerá la continuación de la mayoría como punto central de la vida en todos sus aspectos. Cual rebaño que para protegerse del lobo solo se comporta aún más como un rebaño, intentando convencer al lobo de que ser oveja es la mejor opción. Sin más problema en la vida que obedecer las órdenes dictadas por el... pastor. 

En toda mayoría, habrá un pastor. Indudablemente, alguien se alzará sobre la mayoría y controlará sus movimientos. Uno o varios de los elementos formarán una cúpula dirigente, clara o difusa, oculta o a la luz. Por tanto, seguir a la mayoría será seguir las pautas de alguien que no serás tú. La ley de los grandes números quedará convertida en la ley del que es capaz de establecer su media como la única media existente. Y hacer que el resto no se dé cuenta. 

Pero si quieres tomar tus propias decisiones y guiar tu vida, deberás romper esa ley de los grandes números, salir de ese mundo... ¿imaginario? 




Tayne.

domingo, 4 de agosto de 2013

Una vuelta. Otra vuelta.

En cuanto las luces comienzan a encenderse por las dársenas del puerto, el farero toma el camino que lleva al final del malecón. Deja atrás su pequeña casa encalada, situada en la esquina de la calle mayor que baja hasta el puerto. Al fondo, recortando su silueta en el cielo de varios colores del final del día, el viejo faro vigila el horizonte.

Subiendo uno a uno los escalones recientemente restaurados, el farero recuerda las historias de su abuelo sobre aquel lugar. Inventadas o no, recordarlas es una buena práctica para su vieja mente, aburrida del ir y venir de la vida del pueblo marinero y de sus rutinas bañadas en agua salada. En las paredes circulares de las escaleras cuelgan los antiguos utensilios que siempre se usaron allí, ahora descartados por el empuje de las nuevas tecnologías. Es una suerte que aún le permitan a él encargarse de la revisión de la maquinaria del faro. Cada tarde, el viejo farero disfruta de esa pequeña labor.

Tras un rápido vistazo, pulsa el interruptor y se pone en marcha el mecanismo. La luz poco a poco va ganando brillo hasta que ilumina por completo la gris cúpula. Finalmente, el farero activa la palanca que hace girar esa pequeña estrella artificial. Oficialmente, la noche ha comenzado.

Una vuelta. Otra vuelta.

En el puerto, el rayo de luz repasa las caras de los marineros que vuelven de mar abierto. Con las cargas de las barcazas a medio llenar de pescado, sus pensamientos comienzan a irse lejos, recuperando la vida real que se pega a sus pies en cuanto pisan de nuevo tierra firme. Uno de ellos mira al infinito dejándose llevar por la melancolía, anhelando su país y su familia. Sus sombras bailan mientras se alejan de la mar que tanto aman.

Una vuelta. Otra vuelta.

Las ventanas de las casas brillan a intervalos, siguiendo la frecuencia que el faro les impone. Las casas de colores cercanas a la costa guardan en sus terrazas las historias de solteros, parejas o familias hasta el nuevo día. Con la noche sus lámparas se apagarán y sus cortinas se cerrarán. Pero aún alguien mantendrá su ventana abierta esperando que la anaranjada luz entre furtivamente en su habitación y vele sus sueños, contando vueltas del faro como si ovejitas fueran.

Una vuelta. Otra vuelta.

La luz ilumina al girar la pequeña playa cercana, bañada en las sombras que proyectan las rocas del fondo. En un rincón entre piedras que sobresalen en la arena, una pareja comienza a perderse entre miradas, deseosos de que la oscuridad envuelva su locura. Ya están lejos de cualquier distracción que quiera interferir en su pasión. Junto con el faro, la noche azabache salpicada de estrellas y el rumor de las olas que llegan a la orilla acompañan sus besos y sus palabras susurradas.

Una vuelta. Otra vuelta.

Mil vueltas más marcando el ritmo del tiempo que pasa junto al mar.




Tayne.